Trenzando las palabras con el viento, Xīn líng y Shuì pedalean
complacidas por sendas y veredas. Los árboles chasquean las ramas acariciando
el aire, y la tierra despliega un abanico de matices imposibles abriéndoles
paso. Brazos y piernas fertilizan la tierra de generosidad y frescura.
El
murmullo musical del agua y el crujir de las altas cañas del riachuelo, invitan
a adentrarse en un mundo de fábula. Xin ling aparta con suavidad los tallos
flexibles, y al penetrar en la selva imaginada, los insectos le dan la
bienvenida con una danza enloquecida; los chapoteos de las ranas y los cantos
de los grillos sirven de orquesta improvisada.
No
hay penas ni congojas. Sólo silbidos de Dioses.
Se desliza la belleza
entre las piedras
y el barro.
Se desliza por los campos,
por las laderas del monte,
y por el río.
Se desliza entre los pinos,
entre naranjos
e higueras.
Se desliza por viñedos,
pastos
y girasoles.
Elevándose triunfante
envuelta en vapores
varios.
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