Xīn líng y Buku se
deslizan ladera abajo por un tobogán gigante de légamo en un vaivén de giros imprudentes,
salpicando de besos el aire y seguidos de cerca por el concierto escandaloso de
la tormenta. Un lienzo con relieves color
púrpura, les cubre de júbilo y la excursión se vuelve excitante.
El cielo, tras el preludio
de una lluvia dulce y pausada, organiza una fiesta inesperada esparciendo por
el monte un sinfín de sonidos y fragancias. Las nubes se amotinan sembrando
un gran alboroto. Espirales de risas salpican el aire tejiendo un revuelo de notas
y acordes de fiesta.
Envueltos en viscosa
indumentaria de fango, y deambulando caracoles complacidos por ella, Xīn líng y Buku van dejando rastros de inocencia y aventura. Entran
a la casa trastabillando, sin sospechar siquiera el problema ocasionado por su
ausencia.
La alegría, envuelta en colores
llamativos, gravita etérea, como burbuja de aire cálido que se aspira con ansia,
del mismo modo que la mariposa succiona el néctar de las flores hasta quedar satisfecha.